El sueño es esencial para la salud, y con la edad, los trastornos del sueño se vuelven más comunes. En personas mayores de 65 años, más de la mitad experimentan algún tipo de trastorno del sueño, lo que impacta negativamente en su calidad de vida. Dormir mal no solo provoca cansancio, sino que también puede aumentar el riesgo de enfermedades, caídas y deterioro cognitivo.
Los trastornos del sueño incluyen cualquier condición que afecta la calidad, duración o regularidad del descanso nocturno. Estos pueden manifestarse como insomnio, apnea del sueño, síndrome de piernas inquietas o somnolencia diurna excesiva. En las personas mayores, los cambios biológicos, psicológicos y ambientales relacionados con la edad contribuyen a estos problemas.
De todos ellos el más común es el insomnio, afectando a entre un 30% y un 50% de esta población. Se caracteriza por la dificultad para conciliar o mantener el sueño, o despertarse demasiado temprano. Esta falta de sueño causa cansancio, irritabilidad, deterioro funcional y alteración cognitiva.
Las causas del insomnio en personas mayores son multifactoriales. El ciclo del sueño varia con la edad con menos sueño profundo y despertares más frecuentes. Además, condiciones médicas como la apnea del sueño o el síndrome de piernas inquietas, junto con trastornos mentales como la ansiedad o la depresión, contribuyen a este problema.
Es fundamental entender que, con el paso de los años, nuestras necesidades de sueño cambian. A medida que se envejece, el número de horas que se necesitan para descansar bien disminuye. Con 6- 8 horas de sueño es suficiente. Por eso, es importante ajustar nuestras expectativas y no esperar dormir tantas horas como cuando éramos adolescentes.
El insomnio en el adulto mayor puede contribuir al agravamiento de enfermedades cardiovasculares, hipertensión, como en personas jóvenes, pero en los mayores, además aumenta el riesgo de deterioro cognitivo, caídas y fracturas con todas las consecuencias de pérdida de función, discapacidad y dependencia que ello conlleva.
El diagnóstico del insomnio se hace principalmente por la realización de una correcta historia clínica y una exploración física exhaustiva. En algunos casos, se pueden realizar pruebas objetivas como la polisomnografía para la apnea del sueño, aunque no siempre son necesarias.
El tratamiento del insomnio en personas mayores debe comenzar con intervenciones no farmacológicas, que son más efectivas y seguras a largo plazo. Una de las estrategias más utilizadas es la “higiene del sueño”, que implica adoptar hábitos que favorezcan un sueño reparador como son:
- Mantener un horario de sueño regular.
- Crear un ambiente propicio para dormir, reduciendo el ruido y la luz.
- Evitar siestas largas durante el día (no más de 30 minutos)
- Limitar el consumo de cafeína y alcohol desde las 6 de la tarde.
- Establecer una rutina relajante antes de dormir, como leer o darse un baño.
- Evitar las pantallas con luz azul al menos una hora antes de ir a dormir
Además, las terapias cognitivo-conductuales ayudan a cambiar los pensamientos y comportamientos que impiden dormir bien dichas terapias incluyen:
- Reservar la cama solo para dormir.
- Reducir el tiempo en la cama para mejorar la calidad del sueño.
- Practicar técnicas de relajación para reducir la ansiedad antes de dormir.
Si las intervenciones no farmacológicas no son suficientes, se puede recurrir a medicamentos con especial precaución en las personas de este grupo de edad y siempre bajo supervisión médica. Se debe utilizar la dosis más baja posible y por un tiempo limitado, ya que algunos medicamentos pueden tener efectos secundarios graves, como caídas o dependencia.
En resumen, el insomnio es un trastorno del sueño frecuente en las personas mayores, pero con el tratamiento adecuado es posible mejorar significativamente su calidad de vida. Las intervenciones no farmacológicas, como la higiene del sueño y la terapia cognitivo-conductual, deben ser la primera línea de tratamiento. En casos más graves, los medicamentos pueden ser una opción, pero siempre bajo estricta supervisión médica. Con un enfoque integral, es posible reducir los efectos negativos del insomnio y mejorar el bienestar general de las personas mayores.
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