El papa Francisco, que falleció el pasado lunes a los 88 años en la Casa Santa Marta del Vaticano tras complicaciones derivadas de una neumonía, será enterrado el próximo sábado en la Basílica de Santa María la Mayor, cumpliendo así un deseo expresado desde mayo de 2022. Esta decisión rompe con la tradición vaticana de sepultar a los pontífices en la Basílica de San Pedro y confirma, una vez más, el carácter humilde y reformista que marcó su pontificado.
El propio Francisco expresó al cardenal lituano Rolandas Makrickas, arcipreste de la basílica, su intención: “La Virgen me ha pedido que prepare mi tumba. Estoy muy feliz de que no se haya olvidado de mí”. Este templo mariano, uno de los cuatro más importantes de Roma, era su lugar habitual de oración antes y después de cada viaje apostólico. Su tumba estará situada cerca del icono bizantino Salus Populi Romani, al que profesaba una profunda devoción.
El sepulcro será sencillo, acorde a su estilo de vida: una losa de mármol de Liguria con su nombre y su cruz de obispo. El acceso se abrirá al público la noche del sábado, a partir de las 21:00h, una vez finalizada una ceremonia íntima a puerta cerrada, aunque la procesión desde San Pedro hasta Santa María la Mayor podrá ser acompañada por fieles.
El papa de los márgenes y las periferias
Francisco, que cumplió 12 años de pontificado, fue el primer papa jesuita y latinoamericano de la historia. Su elección tras la renuncia de Benedicto XVI en 2013 marcó el inicio de una nueva etapa para la Iglesia Católica, más cercana a las periferias, más austera y con una profunda sensibilidad social.
Durante su pontificado, Francisco mostró una fuerte voluntad reformista: abrió debates hasta entonces impensables en el Vaticano como la posibilidad del celibato opcional para sacerdotes, abogó por una Iglesia más inclusiva con el colectivo LGTBI, y fue el primero en lavar los pies a mujeres y no católicos durante el Jueves Santo. Asimismo, fue el único pontífice que convivió con otro papa en vida, hasta la muerte de Benedicto XVI en 2022.
En su lucha contra los abusos sexuales, organizó una cumbre mundial sobre pederastia y publicó el motu proprio ‘Vos estis lux mundi’, que endureció las normas para la prevención y sanción de estos delitos dentro del clero.
Últimos días y despedida
El papa, que sufrió una extirpación parcial de pulmón en su juventud, había visto agravada su salud desde 2022 con una serie de problemas respiratorios y digestivos. En marzo de este año fue dado de alta tras 38 días ingresado en el hospital Gemelli, y acudió personalmente a agradecer su recuperación a la Virgen en Santa María la Mayor, donde recibió una copia del icono mariano de manos del cardenal Makrickas. Fue su última visita al templo.
Desde su fallecimiento, cientos de personas acuden diariamente a la basílica para ver el lugar donde será enterrado. Devotos, turistas y curiosos se agolpan ante los tablones de madera que ya señalan la ubicación del sepulcro. “Queremos ver dónde va a ser enterrado Francisco”, comenta Marcela, una fiel mexicana. “Era un hombre de mente abierta, sencillo, cercano”, añade Ángela Llorente, una joven española de 18 años.
El futuro de la Iglesia queda ahora en manos del cónclave, que se celebrará tras el funeral y al que asistirán 135 cardenales electores. “El Espíritu Santo ya ha elegido al próximo pontífice, solo tiene que manifestarse”, dice Makrickas, quien no descarta que el nuevo papa continúe la senda de Francisco, aunque muchos dudan de que pueda igualar su carisma, cercanía y espíritu transformador.
El legado de Francisco, el papa que renunció a los lujos del Vaticano, quedará marcado por su compromiso con los pobres, su llamada a una Iglesia más humana y accesible, y su profunda devoción mariana.